Hugo Chávez es el prototipo de dictador de república bananera. Si no fuera por el peligro que supone para su propio pueblo y para todo el ámbito iberoamericano, no sería sino un tirano charlotesco, chusco y patético. Desde su ridículo programa de televisión Aló Presidente, hasta sus delirios revolucionarios bolivarianos-castristas, en el caso de Chávez (con Z de zafio), la realidad supera a su propia caricatura. Grosero, vulgar; populista y demagogo hasta el hartazgo. Digno discípulo del Comaandante Fidel, socialista esperpéntico y marxista analfabeto, ni el mismísimo Valle-Inclán habría podido imaginar semejante fantoche, superando y dejando en mal lugar a su propio modelo del Tirano Banderas.
Bajo un discurso engañabobos repleto de promesas de justicia y de repartos de riqueza al más puro estilo leninista, llegó al poder democráticamente: es cierto. La soflama anti-imperialista y el odio acumulado de un pueblo harto de vivir en la pobreza en un país rico en petróleo y en recursos naturales le valió el triunfo electoral en 1999, tras protagonizar antes un intento fallido de golpe de estado de 1992.
No obstante, la deriva totalitaria del personaje estuvo clara desde el principio. Una vez más en la historia, un dictador llega al poder por procedimientos democráticos para, inmediatamente, acabar con las libertad e imponer una tiranía despótica. Obviamente, sobran los opositores y se cierran los medios de comunicación hostiles, como ocurrió con Radio Caracas Televisión.
Ahora, en Venezuela, viven una efervescencia política que no se sabe cómo va a acabar: Chávez trata de cambiar la constitución para afianzar su poder ilimitadamente e impedir cualquier alternancia política. El referéndum para la reforma de la constitución está convocado para el 2 de diciembre. En los últimos días, las manifestaciones pacíficas de opositores y estudiantes universitarios contra el tirano y su reforma constitucional han sido reprimidas de forma desproporcionadamente violenta, habiéndose llegado incluso al empleo de armas de fuego contra los manifestantes indefensos por parte de grupos paramilitares próximos al dictador.
Asimismo, los ataques furibundos contra la Iglesia venezolana han sido reiterados y nauseabundos. El pasado día 7 de noviembre, el arzobispo Ovidio Pérez Morales aseguraba que la campaña sistemática de persecución del medio oficial contra la Iglesia para pretender acallarla no tendría éxito alguno. El Prelado reiteraba que es imposible “que la Iglesia pueda callar ante una pretendida reforma que no es reforma sino una nueva Constitución, en la que se define a Venezuela como un Estado socialista a la cubana en el que no habrá un pluralismo democrático, donde habrá una concentración absoluta de todo el poder en el Presidente de la República, en cuyas manos estará todo lo político, económico y cultural de este país”.
¿Entienden ahora el porqué del numerito del dictadorzuelo venezolano en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile? Todo es una cortina de humo para evitar la merecida reprobación de su política despótica. La mejor defensa es un buen ataque: mientras él insulta a los empresarios españoles y al ex-presidente Aznar, nadie habla de sus reformas constitucionales antidemocráticas ni de la creciente represión a los medios de comunicación, a la Iglesia y a los partidos opositores.
Chávez es peligroso. Y su ejemplo cunde en tipos como el presidente boliviano, Evo Morales, el de Nicaragua, Daniel Ortega, o el de Ecuador, Rafael Correa. Si a ello le sumamos la reciente elección de la señora Kirchner para presidir la República Argentina, el panorama que se nos presenta en la América Hispana es para echarse a llorar.
La política del gobierno de Zapatero en los últimos tres años ha sido una luna de miel permanente con todos estos pazguatos latinoamericanos: Dios los cría y ellos se juntan. Chávez, Evo y Mohamed han sido durante esta legislatura nuestros aliados más destacados, sustituyendo a los Bush y Blair de la foto de las Azores. Cambiar a los Estados Unidos y a Gran Bretaña por Venezuela, Bolivia y Marruecos ha sido el gran resultado de la política exterior española en este periodo de sesiones que ahora termina. Sin olvidarnos de Mongolia y Turquía, que se sumaron entusiastas a la alianza de civilizaciones de Z. Estamos apañados: nos distanciamos de las democracias y nos aliamos a los enemigos de la libertad. Así nos va.
En cuanto a la reacción de nuestro rey en la clausura de la Cumbre de Santiago ante los insultos de Chávez, yo, parafraseando a Max Estrella, me quito el cráneo. A los gorilas rojos hay que ponerles el bozal para que callen cuando deben, porque la educación no es lo suyo. Ahora espero impaciente el momento en que nuestro rey ponga firmes a los nacionalistas vascos y catalanes, que también nos insultan un día tras otro al resto de españoles con sus pretensiones independentistas. Sin duda que don Juan Carlos, como garante de la unidad y la indivisibilidad de España, sabrá, sin duda, volver a sacar su genio para salir a la palestra y poner en su sitio a cuantos incumplen las leyes (la de banderas, por ejemplo) y buscan con sus reformas estatutarias y sus referenda ilegales dinamitar el orden constitucional para destruir nuestra nación.
¡Ah! Y si de paso le manda un recadito a su “sobrino” Mohamed VI para que deje de sacar los pies del tiesto, mejor que mejor.
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